viernes, 31 de julio de 2009

Los lazos de siempre

Existen distintos tipos de relaciones afectivas. Las de usar y tirar, aquellas con contrato de obra y servicio, aquellas con contrato indefinido con la plusvalía de pensar que los hay que lo tienen peor, como único consuelo a la resignación de una vida marcada por la falta de aspiraciones y la monotonía.
Aquellas que nos vienen impuestas de fábrica, como aquel hijo del vecino que tan a gusto odiamos en silencio y tantas sonrisas le ofrecemos por pura burocracia.
Pero las mejores relaciones son aquellas que consiguen algo tan difícil e improbable en el ser humano como la alegría por la felicidad ajena. La verdadera alegría por que otros alcancen las metas que a nosotros se nos han quedado lejos es una mentira tan sucia e inocente como la existencia de la justicia y el fin del terrorismo en éste país.
Pocas veces éste año yo puedo decir eso, pero si, dos copas de rioja e la agobiante atmósfera de las distintas habitaciones de un hospital no consiguen transgredir mis reglas emocionales hasta el punto de que yo mismo llegue a darme una palmadita en la espalda.
Pues si, puedo decir que a día de hoy conservo dos relaciones afectivas de esas que te hacen sentir emociones tan inhumanas como la alegría por la felicidad ajena y el sentimiento de permanencia de un sentimiento, llueva o nieve.
Lo que són las cosas.

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